Era finales de 1995 cuando una noticia más circuló entre las agencias
periodísticas: el «filántropo» Laurance Rockefeller, multimillonario de 85 años
de edad a la sazón, estaba financiando un informe especial sobre OVNIs con
destino final la Casa Blanca, así como para otros líderes del mundo. Michael
Luckman, Director del CUFOS Nueva York, anticipó que ese informe «dispondría de
la mejor evidencia posible en los testimonios de funcionarios, astronautas,
militares, todo lo cual contradice las negativas históricas de la Fuerza Aérea
sobre aterrizajes extraterrestres». Amigo de Clinton y financista de su proyecto
político, eso no obstó (o, quizás, le sirvió) para presionar a Clinton con la
mira en una apertura de archivos secretos del gobierno estadounidense. Según ha
admitido, incluso él, Laurance, era un ferviente convencido de un «ovnicrash» en
Roswell. Pero la pregunta que debemos hacernos es: sabiendo la participación de
la dinastía Rockefeller en el concierto Illuminati histórico, ¿era este apenas
un adinerado «buscador de la verdad» o hubo motivaciones más siniestras detrás
de su interés?.
Estamos hablando de una de las familias más ricas e influyentes del mundo. Su
hermano, David, es el presidente histórico del Citibank (estructura financiera
responsable de los mayores lavados de dinero del siglo XX y de vehiculizar la
debacle económica de países como Argentina), de Citigroup, decano de la bolsa en
Manhattan. Ha sido política de la familia insertarse en instituciones
supranacionales como la Comisión Trilateral, el CFR y el club Bilderberg. Si se
duda del impacto de los Rockefeller en los asuntos internacionales, recordemos
lo escrito por el investigador Martín Malachi: «David Rockefeller es hoy el
representante más visible de esa clase predominante, esa fraternidad
multinacional de quienes forman la economía global y manejan los flujos de
capitales».
Una rápida revisión de la Historia nos enseña que la familia Rockefeller tiene
un largo y un poco infame expediente en sus implicaciones con causas sociales.
Treinta años atrás, en tiempos de los radicales movimientos estudiantiles, esta
dinastía era asombrosamente rápida a la hora de ofrecer fondos. Pero con
condiciones. El ex líder estudiantil de los ’60 James Simon Kunen relata en su
autobiografía cómo los Rockefeller ofrecían recursos económicos, ponían abogados
para defender a los más radicalizados siempre que en el «paquete» se incluyera
su propia agenda. Financiaban las demostraciones masivas en Chicago y fue en esa
época cuando el entonces líder de las Panteras Negras, Eldridge, escribió que ya
Laurance estaba detrás de ello. «Esta gente —por los Rockefeller— son un peligro
para la revolución americana. Tratan de incidir en nosotros, no para que
morigeremos su potencial peligro corporativo, sino para aparecer como un peligro
más grande de lo que realmente son». ¿Por qué querría un grupo de industriales y
banqueros todopoderosos aparecer más como «malos» en lugar de mejorar su imagen
popular? El periodista Frank Capell escribió: «los radicalizados no asumirán
jamás el control de este gobierno, pero si aparecen como fanatizados en contra
de un grupo específico de personas, les darán a éstos, como necesaria
contrapartida, la excusa para victimizarse y justificar la inversión de medios
para el control mental de la gente». Siempre se solidariza uno con las víctimas.
El dinero de los Rockefeller compró la revolución de los ’60 y la dirigió hacia
donde al establishment estadounidense le convenía. Por eso hoy no queda nada de
esa revolución.
Pero el problema es que las operaciones turbias de los Rockefeller, sus manejos
financieros multimillonarios, su peso en la política internacional, haría que
tarde o temprano la opinión pública los percibiera como lo que son: parte del
Poder en las Sombras. Parte de los Illuminati. Era imperativo comenzar una
megaoperación «filantrópica». No sólo en barriadas pobres, campañas de apoyo a
víctimas de desastres naturales, dinero todo que en cualquier caso siempre es
deducible de impuestos y sirve publicitariamente. Había que inficionar lo que
verdaderamente era revolucionario. Lo que cambiaría a la gente desde dentro de
sí misma. Lo alternativo. Lo espiritual. La Era de Acuario era la más peligrosa
enemiga.
Fue en esos días de los ’70 en que Laurance (que falleciera el 12 de julio de
2004) escribía: «Nuestros sueños son tan ilimitados como nuestros recursos. La
gente se rinde con docilidad y nos permite moldearlas cuando, por ejemplo,
hacemos campañas de protección veterinaria de los animales domésticos. Las
actuales convenciones educativas son tan difusas y permeables que nos resulta
sencillo trabajar la voluntad de gente que es básicamente rural, agradecida, y
pasiva (…). La tarea que nos hemos propuesto es darle a esta gente una vida
perfectamente ideal y justa, que es precisamente la que tienen. Y aún más,
trabajaremos sobre los niños para que lleguen a hacer de manera perfecta aquello
que sus padres ya están haciendo, aunque imperfectamente, en el hogar, el
comercio, el campo».
Rockefeller, el vil ladrón se transformó así en Rockefeller, civilizador y
humanitario. Un padre protector de niños que les enseña el camino correcto.
Cuando en los años 20 John D. Rockefeller, fundador de la dinastía, abogaba por
la «higiene racial», una forma de hacer «humanismo» era, entonces, discutir la
eugenesia, la esterilización total de las razas «genéticamente inferiores». ¿Les
suena a Alemania en los ’30?. Pues era EE.UU. en los ’20. De hecho, don Adolfo
decía estar directamente influenciado por las «investigaciones científicas» de
los Rockefeller, ya que a través de ellos había obtenido «legitimidad
científica» para las leyes raciales nazis. Esto no obstaba para que de todas
formas los Rockefeller buscaran «apoyar financieramente» a movimientos negros,
como ya en fecha tan temprana como 1941 se buscaba hacer con el reverendo
Divines y su «Misión de la Paz» (que entonces contaba con más de un millón de
miembros y ganaba rápidamente la atención pública). La viuda del reverendo ha
escrito que su esposo pudo mantener libertad de pensamiento y de acción
rechazando el «apoyo» Rockefeller, pero otros no fueron tan afortunados. El
método era sencillo: o se aceptaba la ayuda —con su «agenda»— o se destinaba una
suma menor (pero más efectivamente) de esos fondos al ataque y vapuleado de
aquello que quizás semanas antes se trataba de apoyar. El caso emblemático es el
de Wilhelm Reich quien, según los dichos de los psicólogos forenses de la
prisión donde murió misteriosamente en 1957, se quejaba permanentemente de no
haber aceptado «ser una herramienta de los Rockefeller». La Asociación Médica
Americana (que de hecho estuvo enfrentada a Reich por décadas) comenzó a recibir
en ese momento —cuando Reich fue encarcelado para morir— subvenciones
sustanciosas. El gestor de los primeros contactos con Wilhelm Reich y luego con
la Asociación Médica Americana había sido Laurance Rockefeller.
A partir de los ’60, Laurance decidió «apadrinar» investigadores de OVNIs y
extraterrestres. Tal vez el más conocido «ahijado financiero» fue el doctor John
Mack, psiquiatra de Harvard famoso por sus estudios sobre abducciones. Mack
sostenía la teoría de que el abducido se encontraba en una situación comparable
a la de un animal que es hostigado y debilitado para ser oportunamente
trasladado a una reserva, sometido a intervenciones veterinarias, etc. El animal
se siente acosado, perseguido, pero ignora que es por su «bien». De allí se
deduce una obviedad: para Mack, las intervenciones de alienígenas en sus
procesos invasivos y traumáticos durante las abducciones «son para nuestro bien»
y deben ser toleradas y aceptadas. Si nuestra especie está en peligro —esto
sostenía Mack— los extraterrestres intervienen para salvarnos «a la fuerza». Así
lo expuso ante la MUFON entre otros ámbitos, siempre con el apoyo financiero
—primeras ediciones de sus trabajos, viáticos de investigación, subsidio para
gastos particulares— de Rockefeller. Uno más uno, igual a dos: ¿le interesa a
Laurance Rockefeller que las abducciones sean «socialmente aceptadas»? Y si es
así, ¿por qué?. Lo primero que se nos ocurre es que este giro de tuerca a las
intervenciones y abducciones vuelve a posicionar a los extraterrestres —ahora,
«grises»— en el papel de «hermanos cósmicos» tan grato al oído de la corriente
New Age… y tan paralizante en términos de reacción psicológica.
Es interesante recordar que Mack bregó por establecer vínculos entre
extraterrestres y ecología en muchos de sus escritos, siendo estas reflexiones
—más que investigaciones— en particular apoyadas por los Rockefeller. Aquí
recordemos que otro Rockefeller, Nelson, es quien más ha bregado para la
«internacionalización» del Amazonas, argumento seudo jurídico que con la excusa
de poner bajo la égida mundial la «protección y salvaguarda» del Amazonas como
pulmón de la Humanidad (porque, ya se sabe, los brasileños son sudacas y
seguramente solitos no se bastan) en realidad termina entregando el Amazonas (y
todas sus riquezas, y todos sus secretos) a quienes verdaderamente manejan el
mundo… ya saben quiénes.
Puede argüirse que las reacciones «liberales» de Laurance son una expresión de
rebeldía ante los atropellos casi cósmicos e históricos de la familia. Es una
explicación más psicologista que fundamentada y como tal, simplista. El libro
«Ecopsicología» de Mack, editado por el Sierra Club y auspiciado por los
Rockefeller, donde Mack plantea «cómo crear una nueva psicología para reinventar
nuestra relación con la Tierra» es funcional al «pensamiento verde» de las
masas. Que es sano, que es válido, pero que precisamente por eso es inficionado
por los grupos de poder con fines ni buenos ni sanos. ¿Ustedes creen la
honestidad de Tompkins empeñado en comprar más y más hectáreas de Argentina y
Chile para «preservar la naturaleza» a la par de expulsar a los habitantes
autóctonos de las tierras adquiridas? La gente común es ingenua, nosotros no
podemos darnos ese lujo.
En el frente ecologista, Laurance Rockefeller financia también la «Fundación
Verde» dirigida por Terence McKenna. Éste viaja de exploración en exploración
investigando plantas psicoactivas y estableciendo cultivos masivos en Hawai. Una
de las teorías de McKenna es que las sustancias psicoactivas botánicas usadas en
las ceremonias indígenas primitivas permiten establecer contactos telepáticos
con culturas alienígenas. Pero, sostiene McKenna, las culturas primitivas «han
fallado en su misión» y él —el «patriarca»— debe liderar un retorno a un estado
de aceptación mágica como primó en la Tierra 15.000 años atrás para recuperar
esos contactos, desde una «perspectiva más sofisticada».
Otras actividades interesantes de analizar de Laurance Rockefeller tienen que
ver con su vinculación estrecha con el grupo de investigación GSW, dirigido
actualmente por los ascendientes hombres de negocios neoyorquinos Sandra Wright
Houghton y Bootsy Galbraith y la «Fundación Potencial Humano» (HPF) fundada por
el senador Claiborne Pell sobre Iglesias evangélicas en dispersión reunificadas
bajo su directiva… y U$S 700.000 donados directamente por L. R. Según Dick
Farley, que trabajó durante tres años para la organización, el interés de
Rockefeller parecía ser integrar en un solo pensamiento paradigmas religiosos y
el interés por los OVNIs evaluando el discurso más afín con las creencias
populares. Un dato: El presidente durante 1991 a 1994 de HPF fue el ex oficial
de inteligencia y Coronel (retirado) Scott Jones, quien completó un doctorado en
Física y también supo ser consultor contratado de la Agencia de Defensa Nuclear
(1981-1985) antes de ser «asesor» del senador Pell (1985-1991) aparentemente
ocupándose de los «intereses paranormales» de Pell.
Fue en esos tiempos cuando se convocó una «Reunión Cósmica de las Culturas», un
evento privado al cual asistieron además de Rockefeller, Mack, Jones y Pell, la
reportera e investigadora Ruth Montgomery, el psicólogo y autor de libros sobre
ovni Leo Asperjan, el psicólogo transpersonal Charles Agrio, la historiadora
nativista Paula Underwood, el activista ambiental John Petersen, el autor
Zecharía Sitchin, el psicólogo clínico Richard Boylan, el redactor especial de
la revista «Omni», Keith Ferrell y el director de la Universidad Jerome Glenn
James Funaro. El mismo esotérico nombre de la reunión, por informal que fuese,
presuponía dos cosas: (a) subordinar las discusiones al ámbito del contacto con
civilizaciones no humanas, y (b) dar por sentado lo pacífico de ese contacto.
Es necesario aquí hacer una salvedad, porque nunca falta algún lector
superficial: no es que no aceptemos la eventual benevolencia de nuestros
visitantes extraterrestres. Lo que decimos es que, por un lado, muchos
calificados investigadores llaman la atención, si no sobre actitudes hostiles,
cuando menos hacia procederes que resultan indiferentes a la seguridad humana y
de donde en ocasiones testigos presenciales de estos encuentros resultaron
lesionados y hasta muertos. Y en segundo lugar, es sugestiva la insistencia de
Rockefeller en realizar una verdadera campaña de relaciones públicas a favor de
su hipotética bondad, casi, casi, como el relacionista público de una planta
nuclear en construcción empecinado a pura sonrisa y algunos regalos dadivosos en
convencer a los rudos habitantes de un poblado cercano de los muchos beneficios
y ninguna dificultad de ser vecinos de una masa apreciable de plutonio
moderadamente enfriado.
Joan d’Arc, seudónimo de una periodista del semanario «Newspeak» que asistió
como oyente, señala que durante la conferencia se distribuía a los asistentes un
cuestionario en el que, entre otras cuestiones, se preguntaba a los asistentes a
qué organismo gubernamental o militar creían ellos que debía darse la tarea de
administrar el primer contacto masivo.
No hacía tanto tiempo que su amigo personal, Ronald Reagan había dicho, en un
discurso dado el 21 de septiembre de 1987 ante la XLII Asamblea General de la
ONU: «En nuestra obsesión con los antagonismos del momento, nos olvidamos a
menudo de cuánto une a todos los miembros de la humanidad. Quizás necesitamos un
cierto peligro exterior, una amenaza universal para hacer que realicemos una
alianza común. Pienso de vez en cuando cómo nuestras diferencias desaparecerían
rápidamente si hiciéramos frente a una amenaza extraterrestre, de fuera de este
mundo.»
En dicha conferencia algo más se puso de manifiesto: el consenso entre los
presentes de que si ese contacto masivo se hiciera realidad, tal vez «ellos» no
dirían simplemente «llévennos con su líder» sino preferirían iniciar tratativas
con alguna agrupación o «familia» de incidencia mundial, con predisposición
manifiesta para un «Nuevo Orden» y con capacidad de comunicación con
organizaciones intermedias de impacto popular. Los Rockefeller, por ejemplo.
Después de todo, la energía verdadera en este mundo no está en las manos de
gobiernos, sino reside en las grandes corporaciones transnacionales. Ahora, de
ser este el caso, Laurance ha hecho bien el papel de mediador entre la imagen
pública de los extraterrestres y el control del pensamiento de algunos
investigadores. En el medio, el control mental de la Humanidad ante esta
revelación que shockeará sus mentes, sin duda alguna. Si esta teoría es
correcta, debe imponerse gradualmente a las masas esa imagen. Tal «gradualismo»
sería así un condicionamiento social dirigido por la clase dominante, la
sociedad Bilderberg y la Comisión Trilateral. El investigador Glenn Campbell
escribía:
«El encubrimiento OVNI es verdadero, pero el verdadero responsable no es el
gobierno. El impacto de «La Guerra de los Mundos» de 1938 convenció a las clases
superiores de que el populacho no estaba preparado, y no lo está todavía. De
allí en más se ha dedicado mucha atención respecto a cómo producir una
repercusión social mínima, y se ha colegido que lo más sensato es filtrar
información gradualmente, en plazos muy prolongados». Ellos saben que no pueden
admitir ningún contacto por mínimo que fuese sin terminar siendo forzados a
revelarlo todo (¿usted puede imaginar a la prensa de todo el planeta demandando
menos?). Como la caída del comunismo, una vez que la pared se agrieta, se vendrá
abajo de una sola vez, sin oportunidad posterior de controlar la información.
Este «lanzamiento gradual» consistiría entonces en aclimatar gradualmente y
emocionalmente a la población a la forma y las ideas de la presencia alienígena,
lo que más probablemente se puede hacer con más eficiencia por ficciones
selectivas que por la verdad, porque las ficciones pueden ser controladas.
Presentar situaciones noveladas que contengan solamente una porción de la
verdad». El resto puede ser pura dramatización, apta para distribuirla
comercialmente. Así se obtienen dos resultados: el efecto psicológico deseado, y
réditos financieros. Ya en uno de mis viejos artículos sobre los Illuminati
señalé que la eficacia de los mismos estriba en que mientras las manipulaciones
políticas o militares pueden ser o no exitosas pero siempre implican grandes
erogaciones económicas y ningún resultado provechoso material inmediato, las
manipulaciones de la corporación Illuminati satisfacen ambos planos, con lo cual
son autosustentables y autopotenciables.
Como para llevar más lejos esta teoría, en el fin de semana del 18 y 19 de marzo
de 1995, la compañía Walt Disney lanzó una transmisión simultánea de televisión,
un supuesto «documental OVNI» en cinco estados: Connecticut, Tennessee, Alabama,
Florida y California. Esta sorprendente producción fue acompañada por
declaraciones públicas del CEO de WD, Michael Eisner (también miembro prominente
del clan Rockefeller) haciendo afirmaciones como éstas:
«La Humanidad está en medio del acontecimiento más importante dela historia: un
contacto real con vida inteligente de otros planetas».
«Inteligencias de galaxias distantes están tratando de hacer contacto con
nosotros, y esta noche presentaremos las evidencias».
«Más allá de nuestras opiniones personales, seres inteligentes están invitando a
la especie humana a sumarse a los planes galácticos».
«En los últimos años naves alienígenas están llegando en oleadas a la Tierra
provocando un tsunami de avistamientos».
«Tan temprano como en 1947, grandes naves extraterrestres cruzaron el espacio
gracias a su avanzada tecnología y si bien alcanzaron nuestro planeta, algunas
de ellas se estrellaron en nuestros suelos».
«Mostraremos todo sobre el accidente de Roswell y la recuperación de la nave y
los cuerpos de tres expedicionarios no humanos, todo ocultado por el gobierno de
Truman y su comisión de los 12» (Se refiere al controvertido Majestic-12).
A esto debemos sumar que en 1996, el ovnílogo Richard Boylan, presente en la
conferencia de HPF, escribía que «hay una estrategia de cuatro pasos para
revelar su presencia. Primero, al parecer están incrementando la frecuencia de
sus apariciones así como lo expuesto de las mismas. No sólo aparecen más, sino
en zonas cada vez más pobladas. Segundo, un número creciente de abducidos y
contactados se avienen a comentar sus experiencias con psicoterapeutas,
investigadores y público. Muchos investigadores y terapeutas han divulgado
cifras que indican cómo se incrementan de forma significativa incluso los
testimonios no solicitados. Tercero, muchos «contactados» en particular y
ovnílogos en general se sienten obligados a traer el tema extraterrestre al
debate público, y los informes provenientes de todo el país indican que es mucha
la gente que está experimentando la urgencia de este propósito. Cuarto, el
cambio de actitud de muchos gobiernos o líderes políticos, permitiendo filtrarse
información hasta entonces clasificada, o proponiendo abiertamente el debate.».
Deténganse un momento. Repasen estos comentarios. Si la afirmación de Boyan es
correcta, ¿qué es necesario para que este plan se cumpla en este orden? Que
ambas partes (extraterrestres y algunos humanos) estén de acuerdo, porque este
plan no funcionaría si una parte no es funcional a la otra. Y si el plan
realmente está en marcha, entonces, realmente, hay un contacto encubierto entre
extraterrestres y humanos con poder.
Boylan también sugiere que fuentes bien informadas en los comités nacionales
republicano y demócrata estén intentando determinar si los OVNIs y
particularmente el secreto del gobierno sobre ellos, pudieron ser un elemento de
legítimo interés electoral en algunas de las últimas elecciones presidenciales.
En una tentativa evidente de evitar ser tomado por sorpresa en cuestiones de
acceso a información OVNI, el presidente nacional del partido republicano Hailee
Barbour y otros funcionarios del Comité Nacional Republicano ha entrado en
contacto con varios astronautas para aprender algo más sobre OVNIs. Por su
parte, el Comité Nacional Demócrata está considerando agregar una o más
preguntas relacionadas con OVNIs en un cuestionario nacional con miras a las
próximas elecciones. La incidencia política de la «pasión OVNI» (porque es
indudable que este tema genera expectativas, esperanzas, temores, es decir,
respuestas elementales de nuestra afectividad) es tan significativo que aunque
la cuestión de visitantes extraterrestres fuera sólo una hipótesis de
experimento sociopsicológico, la fuerza e impacto que tiene en las creencias de
buena parte de la humanidad podrían justificar que los Rockefeller estén ahí.
Incidentalmente, recordemos que Laurance Rockefeller fue el financista de la
espectacular aparición pública del «Disclosure Project», en mayo de 2001. Luego
de las explosivas declaraciones de esa recordada rueda de prensa, donde
científicos, militares, ex funcionarios gubernamentales salieron a la palestra
advirtiendo algo así como «si no lo admiten ustedes —en referencia al gobierno—
lo haremos nosotros», y sin mella en la credibilidad y credenciales de los allí
convocados, lo cierto es que a seis años de ese evento y fuera de sus
declaraciones juramentadas, los integrantes del Disclosure Project no han
presentado ni una evidencia física de sus afirmaciones. Esto ha provocado que
aún pese al buen nombre y honor de los autoconvocados, buena parte de la prensa
reaccionara con escepticismo y con mayor escepticismo aún pasado este tiempo. No
eran fondos ni influencia política de lo que carecía el Disclosure para reunir
sus evidencias. ¿Qué pasó? ¿Nadie se dio cuenta de que así provocaron el efecto
exactamente contrario al que decían buscar? Pero, ¿y si fuera esto lo que
precisamente deseaban conseguir?
La otra historia de Laurance
Creo que es obvio. Este autor desconfía de las «sanas» inquietudes de (que Dios
lo tenga en su Gloria… y que no lo suelte) Laurance Rockefeller. Porque si por
un momento pensé que podía haber una «oveja negra» en esta dinastía mundial, un
producto transgresor y rebelde contra el imperio dominante, uno, buscando,
encuentra otras cosas.
En 1969, Henry Kissinger tomaba el control del Consejo Nacional de Seguridad y
del Departamento de Estado, y bajo su petición el entonces presidente Richard
Nixon estableció una Comisión para el Crecimiento Demográfico, cuya dirección
fue confiada a, ¿adivinen quién? Sí: Laurance Rockefeller. En un informe de
1972, esta comisión apelaba a un crecimiento demográfico cero, tanto en los
Estados Unidos como en el resto del mundo. Paralelamente, la Oficina de Asuntos
Demográficos del Departamento de Estado inició en 1970 la publicación de una
serie de estudios que anticipaban directamente un llamado «Informe Global 2000».
A continuación, Kissinger tomó dos medidas para institucionalizar esta política
de planificación del genocidio. En 1975 creó el grupo indicado sobre la política
demográfica en el seno del Consejo Nacional de Seguridad y reorganizó el
Departamento de Estado añadiéndole un nuevo servicio: el de la Oficina de
Océanos y Asuntos Internacionales, Científicos y del Medio Ambiente. Esta
oficina tiene la misión de supervisar las transferencias de tecnología al Tercer
Mundo. Por iniciativa de Brzezinski y de Vance, el presidente Jimmy Carter
encargó a esta oficina la preparación y redacción del Informe Global 2000.
Participaron en la elaboración del informe varios bloques pensantes
anglo-norteamericanos de la vanguardia del movimiento neomaltusiano —abogados
del «pensar lo impensable» para reducir la población del planeta— como la rama
norteamericana del World Wildlife Fund, Draper Fund y Population Crisis
Comittee. [1]
Pero, ¿Qué era el informe Global 2000?
Simple: una proyección y aliento de las necesidades de disminuir drásticamente
la población mundial (ver, por ejemplo, en
http://www.bibliotecapleyades.net/sociopolitica/esp_sociopol_depopu13.htm) y el
control de los recursos naturales, la manipulación psicológica de las masas
—antes y después de ese corte raso maltusiano— y la organización social para el
devenir. Para ello, se alentaban otras formas de «control», ya que las guerras,
si bien efectivas, generan demasiada destrucción natural y dejan una población
sobreviviente con la que hay que hacer alguna clase de asistencialismo. Las
respuestas: enfermedades controladas, SIDA, etc. Por esos rumbos campeaba el
nene Laurance, el amante de la naturaleza, la ecología y los OVNIs.
[1] Información del desaparecido Andreas Faber Kaiser, en
http://www.enclaveilluminati.com/article.php
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Revelación, Rockefeller, sociedades secretas, Wilhelm Reich | 4 Comentarios »
¿Qué demora el contacto con extraterrestres?
Publicado por Gustavo Fernández en 17-06-2009
En homenaje al preclaro investigador sevillense Ignacio Darnaude Rojas y a su
estudio titulado «Los motivos del no-contacto», ante el cual los que abundamos
en esta línea debemos honrarlo con humildad.
Enfocaré las reflexiones de este artículo hacia una cuestión que, quizás
visceralmente, crea un cierto dejo de preocupación en todos quienes, por interés
intelectual o simple afición, nos sentimos atraídos por la incógnita de la
presencia de culturas alienígenas actuando o no en nuestro mundo. De hecho, la
ausencia de un contacto (que, como bien señalan los participantes de los
distintos programas de búsqueda extraterrestre, permite sostener que «la
ausencia de evidencia no es evidencia de la ausencia») ya se trate de
tripulantes de OVNIs como de respuestas a nuestros sondeos radioastronómicos, ha
llevado a ciertos escépticos al extremo de afirmar que, precisamente, todo ello
apunta a demostrar que nadie existe más allá de nuestras fronteras espaciales. Y
sobre todo esto trata –y algo más- esta nota. En principio, es reiterativo pero
necesario destacar que existen dos planos de discusión: uno, el que nuclea a los
defensores de la hipótesis extraterrestre en torno a los OVNIs. Otro, para
quienes sin expedirse sobre ese particular –y, en ocasiones, siendo claros
refutadores de ella- en cambio piensan que sí pueden existir otras culturas
alrededor de otras estrellas, imposibilitadas de contactarnos físicamente pero
plausibles de detectar instrumentalmente. En lo personal –pienso que en toda mi
actividad ello es manifiesto- soy un defensor del origen extraterrestre de los
OVNIs. Sólo que tomo eso del «origen extraterrestre» en un contexto más amplio
que el que normalmente se le asigna. Porque pienso que ciertas inteligencias –no
todas- detrás de este fenómeno provienen también de otras dimensiones, un
eufemismo para referirnos a un orden distinto de la Realidad. Es el concepto del
OVNI –o del tripulante- como un «ente psicoide» que he desarrollado en otra
oportunidad. Sin duda, los negadores de siempre afirmarán, con una sonrisa
irónica, que estas reflexiones parten de un preconcepto equivocado, porque
sostengo la existencia de algo no demostrado aún, y que el proceso analítico más
simple indicaría precisamente lo contrario; el principio de economía de
hipótesis (la un tanto oxidada «navaja de Occam») sostiene que un fenómeno debe
explicarse por la vía más sencilla, y sólo si esta no agota todas las
manifestaciones del fenómeno pasarse a una de mayor complejidad, y así
sucesivamente.
Desde ese enfoque, es más sencillo suponer que no existe vida extraterrestre que
afirmar que sí la hay. Y, por ello, debemos hacer una digresión al margen de
esta discusión.
ILLUMINATI & EXTRATERRESTRES: LA CONEXIÓN ROCKEFELLER
Publicado por Gustavo Fernández en 05-07-2009
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